Artículo original en: https://news.un.org/es/story/2022/07/1511692
Tras varios años de intenso activismo en la década de los setenta,
Greenpeace logró que desde 1986 la caza comercial de ballenas esté prohibida y
que hoy en día la mayoría de las poblaciones de jorobadas estén recuperadas
casi por completo, lo que se traduce en un mayor número de aliadas en la lucha
contra el cambio climático.
El papel de las ballenas en el secuestro de carbono es poco conocido y se
debe resaltar, ya que almacenan gran cantidad de este elemento durante su larga
vida. Por ejemplo, cada individuo de una ballena azul recoge en su cuerpo hasta
63 toneladas de CO2 y cuando mueren se hunden en el fondo del océano, sacando
el carbono de la atmósfera durante siglos o incluso milenios. Donde hay
ballenas también se encuentran organismos como el fitoplancton, criaturas microscópicas
que han aportado al menos el 50% de todo el oxígeno a la atmósfera, y han capturado
el 40% del CO2.
La organización benéfica Whale and Dolphin Conservation, alerta
sobre las capturas accidentales de ballenas y delfines en redes de pesca; un
problema tan preocupante que a finales de 2021 solo quedaban 366 ballenas del
Atlántico Norte, el número más bajo en 20 años. Ante la importancia de proteger
a las ballenas tanto desde la perspectiva de la biodiversidad como desde la de
la acción climática, hacen un llamao a que los gobiernos establezcan Áreas
Marinas Protegidas, donde no se permita la pesca y se proteja a estas aliadas
de peso en la mitigación el cambio climático.
Artículo original en: https://news.un.org/es/story/2022/07/1511692