[:es]https://www.elcorreo.com – Simon Spurrell tenía previsto invertir este año un millón de libras en un nuevo centro logístico para su negocio de venta de quesos y duplicar la plantilla contratando a una veintena de personas más. Desde que tradujo la web de su empresa al francés y al alemán hace un par de años, las ventas marchaban viento en popa. Ahora, obligado por el Brexit que entró en vigor el pasado 1 de enero, esa inversión va a tener que hacerla en algún país de la Unión Europea si quiere poder seguir atendiendo a los clientes que se había procurado en el continente. La nueva normativa sanitaria le ha dejado hasta el momento un agujero de 250.000 libras, el 20% de todo su comercio ‘online’. «Nos han apagado la luz. Ahora mismo solo veo oscuridad», se lamenta, descorazonado.

Se cumple un mes desde que Reino Unido soltara amarras definitivamente de la Unión Europea, y los efectos del Brexit han dejado de ser una entelequia para convertirse en una incómoda realidad que los británicos están ya sintiendo en su día a día y en sus bolsillos. Productos más caros, contenedores pudriéndose en los puertos, cargos desorbitados al realizar compras por internet, retrasos en la cadena de suministros y, sobre todo, montañas de burocracia que han enterrado a multitud de pequeñas y medianas empresas como la de Spurrell.

«Para exportar a la UE ahora necesitamos el EHC, un certificado sanitario que emiten los veterinarios y que cuesta 180 libras. Pensábamos que solo habría que añadirlo en la venta mayorista pero, para nuestra sorpresa, también lo exigen para las ventas minoristas», denuncia el propietario de Chesire Cheese Company. ¿Qué supone esto en la práctica? Pues que si su empresa vende a un alemán o a un francés por internet un queso que vale 4,99 libras, para poder enviarlo tendrá que adjuntar ese documento sanitario, lo que hace la venta inviable. Desde Macclesfield, en el condado de Chesire, Spurrell explica por teléfono que la única solución que le han ofrecido los funcionarios del Ministerio de Agricultura es la de crear un centro logístico en Europa.

La promesa de Boris Johnson y los partidarios del Brexit de acabar con la burocracia europea y atraer inversión una vez que Reino Unido volara libre no se ha materializado, más bien todo lo contrario. «La tragedia -y lo absurdo- de la situación», afirmaba la semana pasada en un editorial el diario ‘The Guardian’, es que la única burocracia que no quiere ver el primer ministro es la que «ha impuesto él mismo».

Pero no solo las empresas han empezado a sufrir las consecuencias del Brexit. Muchos consumidores británicos ya sienten en la cartera lo que significa no pertenecer al mercado común. Desde el inicio de la pandemia, Helen Kara ha descubierto una nueva afición para luchar contra las largas y aburridas noches de confinamiento: los puzles. «Es una actividad que me relaja», explica por teléfono desde su casa de Uttoxeter, en el corazón de las Midlands inglesas. Sin embargo, la web que le ha suministrado los rompecabezas desde la pasada primavera, radicada en Francia, advierte ahora que, «debido a la incertidumbre relacionada con el Brexit», no aceptan, por el momento, nuevos pedidos desde el otro lado del Canal de la Mancha.

No es la primera experiencia desagradable con la que se topa desde enero. Hace dos semanas, la empresa de transportes UPS le reclamó 92 libras (103 euros) para poder entregarle unas sábanas que había comprado el 30 de diciembre en una página web con dominio británico -como la de los puzles-, pero cuya empresa está radicada en Alemania. El desglose de la cantidad, que equivalía a un tercio de lo que había costado la compra, incluía el impuesto de importación, una tasa administrativa y la recaudación del IVA británico. «En ningún sitio del email que recibí con la compra se especificaba que no fuera una empresa británica», se queja Kara.

«Es todo un disparate», se lamenta Helen Kara. «Nunca hubo un plan para el Brexit, y ahora lo estamos viendo».

Consulte la noticia completa en https://www.elcorreo.com[:en]https://www.elcorreo.com – Simon Spurrell planned to invest £1 million this year in a new logistics hub for his cheese business and to double the workforce by hiring around 20 more people. Since he translated his company’s website into French and German a couple of years ago, sales were booming. Now, forced by the Brexit that came into force on January 1, this investment will have to be made in some country of the European Union if it wants to be able to continue serving the clients that had been procured in the continent. The new health regulations have so far left him with a hole of 250,000 pounds, 20% of all his online trade. They have turned off the light. Right now, I see only darkness’, he laments, disheartened.

It is one month since the United Kingdom finally released ties from the European Union, and the effects of Brexit have ceased to be an entelechy to become an uncomfortable reality that the British are already feeling in their daily lives and in their pockets. More expensive products, containers rotting away in ports, exorbitant charges when shopping online, delays in the supply chain and, above all, mountains of bureaucracy that have buried many small and medium-sized businesses like Spurrell’s.

To export to the EU, we now need the EHC, a health certificate issued by veterinarians, which costs £180. We thought that we would only have to add it in the wholesale sale but, to our surprise, they also demand it for retail sales’, says the owner of Chesire Cheese Company. What does this mean in practice? So, if your company sells to a German or a Frenchman on the internet a cheese worth 4.99 pounds, to be able to send it you will have to attach that health document, which makes the sale unfeasible. From Macclesfield in Chesire County, Spurrell explains by phone that the only solution offered by the officials of the Ministry of Agriculture is to create a logistics center in Europe.

The promise of Boris Johnson and Brexit supporters to end European bureaucracy and attract investment once the UK flew free has not materialized, quite the contrary. ‘The tragedy -and the absurdity- of the situation’, stated last week in an editorial in the newspaper ‘The Guardian’, is that the only bureaucracy that does not want to see the prime minister is the one that ‘has imposed itself’.

But it is not only companies that have begun to suffer the consequences of Brexit. Many British consumers already feel in the portfolio what it means not to belong to the common market. Since the beginning of the pandemic, Helen Kara has discovered a new hobby to fight the long and boring nights of confinement: the puzzles. ‘It is an activity that relaxes me’, he explains by phone from his home in Uttoxeter, in the heart of the English Midlands. However, the website that has supplied the puzzles since last spring, based in France, now warns that, ‘due to the uncertainty related to Brexit’, they do not accept, for the moment, new orders from the other side of the English Channel.

It’s not the first unpleasant experience he’s encountered since January. Two weeks ago, the transport company UPS demanded £92 (€103) from him in order to be able to give him some sheets that he had bought on 30 December on a British-controlled website, such as that of puzzles, but whose company is based in Germany. The breakdown of the amount, which was equivalent to one third of what the purchase had cost, included the import tax, an administrative levy and the collection of British VAT. ‘Nowhere in the email I received with the purchase was it specified that it was not a British company’, complains Kara.

‘It’s all nonsense’, laments Helen Kara. ‘There was never a plan for Brexit, and now we are seeing it’.

See the full article in https: https://www.elcorreo.com[:pb]https://www.elcorreo.com – Simon Spurrell planejou investir um milhão de libras este ano em um novo centro de logística para seu negócio de queijos e dobrar a força de trabalho ao contratar mais pessoas. Desde que ele traduziu o site de sua empresa para o francês e o alemão, alguns anos atrás, as vendas aumentaram. Agora, forçado pelo Brexit que entrou em vigor no dia 1º de janeiro, esse investimento terá que ser feito em um país da União Européia se quiser continuar atendendo os clientes que adquiriu no continente. Os novos regulamentos sanitários até agora deixaram um buraco de 250.000 libras, 20% de todo o seu comércio online. «Apagaram a luz. No momento, só vejo escuridão”, lamenta ele, desanimado.

Já faz um mês que o Reino Unido finalmente se separou da União Europeia e os efeitos do Brexit deixaram de ser uma enteléquia para se tornar uma realidade incômoda que os britânicos já estão sentindo no dia a dia e no bolso. Produtos mais caros, contêineres apodrecendo nos portos, cobranças exorbitantes ao fazer compras online, atrasos na cadeia de suprimentos e, acima de tudo, montanhas de burocracia que soterraram muitas pequenas e médias empresas como a Spurrell´s.

“Para exportar para a UE agora precisamos do EHC, um certificado sanitário emitido por veterinários que custa 180 libras. Pensávamos que só teríamos de agregar no atacado, mas, para nossa surpresa, eles também exigem para o varejo”, denuncia o dono da Chesire Cheese Company. O que isso significa na prática? Pois bem, se a sua empresa vende um queijo no valor de 4,99 libras online para um alemão ou um francês, para o enviar terá de anexar aquele documento de saúde que inviabiliza a venda. De Macclesfield, no condado de Chesire, Spurrell explica por telefone que a única solução oferecida pelos funcionários do Ministério da Agricultura é criar um centro de logística na Europa.

A promessa de Boris Johnson e dos Brexiters de reprimir a burocracia europeia e atrair investimentos assim que a Grã-Bretanha voasse livremente não se concretizou, muito pelo contrário. “A tragédia – e o absurdo – da situação”, afirmou na semana passada em editorial do jornal “The Guardian”, é que a única burocracia que o primeiro-ministro não quer ver é aquela que “ele se impôs”.

Mas não são apenas as empresas que começam a sofrer as consequências do Brexit. Muitos consumidores britânicos já sentem na carteira o que significa não pertencer ao mercado comum. Desde o início da pandemia, Helen Kara descobriu um novo hobby para combater as longas e enfadonhas noites de confinamento: os quebra-cabeças. “É uma atividade que me relaxa”, explica ele por telefone de sua casa em Uttoxeter, no coração da região central da Inglaterra. No entento, o site que desde a primavera passada disponibiliza os quebra-cabeças, com sede em França, avisa agora que, “devido às incertezas relacionadas com o Brexit”, não aceitam, de momento, novas encomendas do outro lado do Canal da Mancha.

Não é a primeira experiência desagradável que ela teve desde janeiro. Há duas semanas, a transportadora UPS exigiu-lhe 92 libras (103 euros) para poder entregar algumas folhas que comprou a 30 de dezembro num site de domínio britânico -como o dos puzzles-, mas cuja empresa tem sede na Alemanha. A repartição do valor, equivalente a um terço do custo da aquisição, incluía o imposto de importação, uma taxa administrativa e a cobrança do IVA britânico. “Em nenhum lugar do e-mail que recebi com a compra foi especificado que não era uma empresa britânica”, reclama Kara.

“É tudo um absurdo”, lamenta Helen Kara. “Nunca houve um plano para o Brexit, e agora estamos vendo isso”.

Veja a notícia completa em https://www.elcorreo.com[:]