https://www.capitalmadrid.com – Gema Velasco
El mercado asegurador latinoamericano dio un buen estirón el pasado año. Creció un 8,6% hasta los 159.217 millones de dólares frente a un incremento del 1,2% en el ejercicio precedente. Y lo más importante es que para los próximos dos años se espera que el avance se mantenga igual de robusto o más. El dato y los positivos pronósticos son importantes para el mercado asegurador español, donde están localizadas muchas aseguradoras españolas.
Hasta siete grandes grupos tienen presencia en la región: A.M.A., BBVA, Catalana Occidente, Cesce, Mapfre, Mutua Madrileña y Santander. Varias de estas entidades, además, tienen planes de ampliar su presencia allí, y algunas que todavía no se han animado a cruzar el charco probablemente acaben haciéndolo.
Motivos para que una aseguradora visite los países del subcontinente hay muchos, y para quedarse muchos más. Luis Enrique Bandera, presidente de la Federación Interamericana de Empresas de Seguros (Fides), explica que el potencial del mercado es muy grande, mucho mayor que el crecimiento económico de cada una de las regiones.
Este optimismo se reparte a partes iguales entre Vida y No Vida: “En Latinoamérica hay un elevado porcentaje de automóviles (más del 60%) que circulan sin seguro, hay millones de personas sin seguro de Vida, millones de empresas sin protección, miles de riesgos esperando ser cubiertos por la industria aseguradora”. Las primas, según Luis Enrique Bandera, se pueden duplicar.
Hay datos concretos que dan cuenta de ese importante potencial de crecimiento. Algunos de ellos los reveló recientemente Manuel Aguilera, director general del Servicio de Estudios de Mapfre, en la presentación del informe ‘Economía y seguros en América Latina 2007-2017’. En primer lugar, el contexto económico acompaña, circunstancia que es la clave para una favorable evolución del seguro. La región recuperó el pasado año su capacidad de crecimiento tras dos ejercicios en entorno recesivo: “Este buen resultado podría ser el prólogo para un periodo de un par de años de crecimiento sostenido a tasas altas de la actividad aseguradora”.
Hay, además, varias tendencias estructurales del propio mercado que alimentar el optimismo sobre el futuro del sector. Una de ellas es la baja penetración (primas/PIB) del seguro, índice situado en el 2,9%. Si se analiza la evolución desde 2007, se aprecia un aumento de 0,6 puntos porcentuales (pp), “lo que confirma un año más la tendencia creciente observada de manera consistente a lo largo de la última década, a la cual ha contribuido en mayor medida el desarrollo de los seguros de Vida y, con menor intensidad, el de los seguros de No Vida”, según se explica en el informe de Mapfre. De manera agregada, a lo largo de la pasada década la penetración total en la región se elevó un 27,8%. Estas cifras confirmarían que se trata de un mercado en expansión.
También crece la densidad (primas per cápita medida en dólares), y lo hace por segundo año consecutivo. Se ha situado en 259,5 dólares, un 7,5% por encima del nivel registrado el año previo, favorecido por la apreciación de algunas monedas locales frente al dólar, principalmente el real brasileño. Como en el caso anterior, en un análisis de medio plazo la densidad muestra una tendencia creciente. Entre 2007 y 2017, el indicador total creció el 65,1%.
Otro elemento a tener en cuenta es la profundización (relación entre las primas de los seguros de Vida respecto de las primas totales), que lo que indica es la sofisticación del mercado: cuanto más elevado es el índice, más desarrollado. En 2017 se situó en el 45,4%, 0,2 pp más que en 2016. Entre 2007 y 2017 el crecimiento acumulado ha sido del 24,1%.
Aún hay un dato más que muestra claramente el potencial de crecimiento del sector en Latinoamérica, el de la Brecha de Protección del Seguro (BPS), que representa la diferencia entre la cobertura de seguros que es económicamente necesaria y beneficiosa para la sociedad, y la cantidad de dicha cobertura efectivamente adquirida. Ese gap es de 256.200 millones de dólares, un 5,2% más que el año pasado. Si a esa brecha le sumamos el tamaño real del mercado nos da el potencial de crecimiento, que es de 415.400 millones de dólares, es decir, 2,6 veces el mercado actual.
Aparte de las tendencias estructurales y el crecimiento económico hay otras cosas a tener en cuenta a la hora de predecir un positivo comportamiento del seguro en los próximos años en el subcontinente. En 2017 se produjeron 19 catástrofes naturales y siniestros antropogénicos en Latinoamérica y el Caribe que causaron 1.375 víctimas y originaron unos daños económicos que se han estimado en 31.600 millones de dólares, de los cuales solo 5.100 millones estaban asegurados. Según explica Luis Enrique Bandera, esos desafortunados acontecimientos han provocado que organizaciones como el FMI hayan tomado conciencia de la necesidad de pedir a los gobiernos de la región políticas públicas que incentiven el crecimiento de los mercados aseguradores. De esta manera, el Estado contribuirá a incrementar la penetración del seguro.
Además, también servirán de apoyo al crecimiento la cada vez mayor relevancia de la transparencia en estos mercados, el desarrollo de una regulación prudente y ajustada al riesgo, y el incremento de la importancia de los canales digitales, un fenómeno que “hay que seguir de cerca y poner la tecnología al servicio de nuestras empresas”, según explica Bandera. Impulsos al seguro parece que no van a faltar, pero no hay que relajarse. Hay que hacer cosas para apuntalar el éxito. El presidente del Fides alerta del actual contexto de cambio permanente. Las compañías se tienen que adaptar a la transformación digital y ser más creativas a la hora de ofrecer coberturas a grupos de edad que cada vez tienen más relevancia para el sector, como los millennials y los mayores de 65 años.
También hay que tener en cuenta otra cosa en los tiempos que corren. El producto que venden las aseguradoras lleva 400 años siendo el mismo: la protección. Y hay actores ajenos al mercado que quieren hincar el diente a este negocio. Bandera alerta de que “los mercados que tienen modelos de negocio obsoletos, con mucha intermediación, donde el precio difiere del valor del producto y se tienen regulaciones que no funcionan invitan a que llegue un actor externo y genere una disrupción que afecte de forma significativa”.
Pero también cree que “por primera vez todos los actores del mercado estamos en el mismo barco. La disrupción va a venir de afuera y debemos trabajar de forma coordinada para impedir que nos afecte de una manera que no podamos gestionar”. En definitiva, nada muy diferente a las inquietudes de las aseguradoras españolas, que llevan a Latinoamérica su conocimiento y la experiencia en este terreno, y en muchos otros.
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