https://elpais.com – ¿Qué tienen en común la Peste Negra, la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión? En términos económicos se les conoce como cisnes negros: riesgos devastadores, impredecibles y no asegurables. Latinoamérica y el Caribe es una de las regiones más riesgosas del mundo y, por lo tanto, no es ajena a los cisnes negros.
Pero, además, Latinoamérica tiene que lidiar con volatilidad comercial, está expuesta a shocks financieros externos y además sufre la mayor tasa per cápita de desastres: un evento cada 100.000 personas por año.
Ante la frágil recuperación económica que vive la región, el entorno económico volátil y perspectivas económicas menos optimistas que lo anticipado, es clave comprender los diferentes tipos de shocks y qué mecanismos de seguros pueden estar disponibles para reducir la exposición al riesgo. La buena noticia es que la región ha tenido grandes avances en su capacidad de asegurarse ante diferentes tipos de imprevistos.
Este es el punto central del informe de la oficina del economista jefe del Banco Mundial titulado “Sobre incertidumbre y cisnes negros ¿Cómo lidiar con el riesgo en América Latina y el Caribe?” difundido hoy en Washington.
Los cisnes negros
Una encuesta en Twitter mostró que casi 8 de cada 10 de los participantes consideran que las crisis económicas son el mayor riesgo al que está expuesta la región, seguido de un distante 13 por ciento que considera que son los desastres naturales.
La capacidad de un país de asegurar sus riesgos varía desde cisnes negros a riesgos fácilmente asegurables como las precipitaciones, que pueden ser pronosticados con un alto nivel de precisión con base en décadas de recopilación de estadísticas.
Para hacer frente a los efectos devastadores de las lluvias excesivas y las sequías, el Banco Mundial participó en el desarrollo de diferentes índices climáticos que, a su vez, han sido usados para plantear opciones, como, por ejemplo, un seguro para agricultores en México que les ayuda a hacer frente a las sequías.
Cuanto más probable sea la incidencia de un evento de riesgo de gran magnitud o rareza, menos oferta habrá en el mercado de seguros, y mayor será la necesidad de asistencia. Riesgos como los producidos por los eventos naturales y la “paralización repentina” de los flujos de inversión internacionales, como en la crisis argentina de 2001, son más difíciles de asegurar.
Opciones
Varios países han instrumentado líneas contingentes para reducir su exposición a una paralización repentina. Al igual que las tarjetas de crédito, las líneas contingentes ofrecen a los países recursos de fácil disposición en caso de que tenga lugar un shock.
En este sentido, el Banco Mundial ofrece opciones de desembolso diferido ante catástrofes (CAT DDO, por sus siglas en inglés), líneas de crédito contingentes que proporcionan liquidez inmediata con posterioridad a un desastre ocurrido por eventos naturales. Algunos países de la región como Colombia, Perú, Panamá, Colombia o la República Dominicana tienen a su disposición estos instrumentos.
Asimismo, los países pueden asegurarse contra terremotos muy potentes, que, aunque son eventos raros, son los causantes de grandes pérdidas de vida y daños materiales.
Un gran ejemplo, que sin dudas revolucionará los seguros soberanos en este ámbito, es el Bono catastrófico de la Alianza del Pacífico contra sismos en Chile, Colombia, México y Perú, suscrito en febrero de 2018.
La asistencia luego de un huracán es de particular importancia para la región, particularmente en América Central y el Caribe, donde, debido a estas tormentas devastadoras, millones de personas han caído en la pobreza. Por citar un ejemplo reciente, tras el paso de Irma (uno de los huracanes más devastadores que azotaron el Caribe en 2017) el Banco Mundial ayudó a la isla de San Martín con un préstamo de 580 millones de dólares (alrededor del 30 por ciento de su PIB) para la reconstrucción y para aumentar la capacidad de resiliencia ante estos fenómenos.
Según el informe, si bien los cisnes negros hacen que contratar un seguro contra ellos sea imposible, esto no significa que deberíamos ignorarlos. Dado su potencial para transformar las vidas de las personas, los diseñadores de políticas deberían ser conscientes de esta clase de riesgos y estar preparados para sus posibles repercusiones.
Ciertas buenas prácticas en general, como fortalecer las instituciones y los mercados, así como vínculos diplomáticos sólidos y acuerdos globales/regionales, pueden llegar a tener un efecto positivo sobre la capacidad de un país de hacer frente a estos sucesos “impredecibles”.
Por último, aunque no menos importante, es implementar medidas de prevención tendientes a reducir la exposición al riesgo. Por ejemplo, en el caso de los terremotos, la creación de códigos de construcción antisísmicos ha demostrado ser una forma efectiva de reducir los resultados dañinos de esta clase de riesgo. Para el caso de fluctuaciones en el precio de las materias primas, la diversificación económica podría aumentar la capacidad de resiliencia
Aunque el mundo seguirá siendo un lugar riesgoso, una creciente capacidad de gestionar el riesgo logrará hacerlo más seguro. Los expertos financieros siguen trabajando en fórmulas teóricas para asegurar el riesgo; los empíricos tienen acceso a bases de datos increíblemente grandes que les permiten descubrir como nunca regularidades en los riesgos; los profesionales combinan todo este nuevo conocimiento y convencen a los diseñadores de políticas de probar cosas nuevas, mientras que los mercados financieros están cada vez más dispuestos a celebrar contratos de seguros en donde todos ganan.
De hecho, en el futuro cercano, se verán bonos catastróficos que cubran diferentes regiones del mundo, mientras que el conocimiento de los costos y la dinámica física de los huracanes permitirá suscribir contratos de seguros más eficientes basados en pronósticos, agrega el estudio.
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