Los cambios necesarios para llegar a emisiones netas nulas en 2050 generarán un gran impacto, sin embargo, será bastante compleja su ejecución. En este artículo reseñamos en español la publicación de McKinsey en la que se analizan los posibles beneficios y costos de estas estrategias globales. Puede consultar el artículo original en: https://www.mckinsey.com/business-functions/sustainability/our-insights/the-net-zero-transition-what-it-would-cost-what-it-could-bring#
La transición vendrá con importantes acontecimientos como cambios en la demanda, aprobación de capital y reforma del talento humano, lo que supondrá un reto para todos los actores de la industria.
De este modo, la transformación económica necesaria no sólo creará oportunidades a medida que se desarrollen nuevos proyectos, sino que también cambiará la perspectiva hacia una economía mundial enfocada a menores costos energéticos, y otros beneficios como, por ejemplo, mejores resultados en salud y mayor conservación de la flora y fauna.
Las acciones de empresas privadas y gobiernos, junto con otras coordinadas para apoyar a sectores más vulnerables, geografías y comunidades sin acceso a educación y servicios básicos, podrían ayudar a fortalecer los ajustes económicos y sociales fundamentales. Otro de los ‘pros’ es la cooperación mundial que se logaría con esta transición, ya que serviría como modelo base para resolver algunos problemas mundiales.
La sociedad también se expondrá a esta transición, y puede llegar a desempeñar un papel muy importante como consumidor a partir del aprendizaje que continúe recibiendo sobre los efectos del cambio climático y la transición neta a cero. El objetivo de cero emisiones netas sólo puede alcanzarse si las personas adoptan nuevos comportamientos y formas de consumo, como el cambio al uso de vehículos eléctricos y la adaptación de hogares para la eficiencia energética. Una población informada y comprometida, podría impulsar una acción decisiva y transformadora por parte de los líderes gubernamentales y empresariales.
No obstante, los costos y los errores que resultarían de una transición sin orden a emisiones netas cero probablemente serían mucho mayores; la transición ordenada evitaría la acumulación adicional de riesgos físicos. Los resultados de esta investigación hacen un claro llamado a una acción más reflexiva y decisiva, implementada con la máxima urgencia para garantizar una transición más ordenada a cero neto para 2050.
Por abrumadora y difícil que parezca la tarea, es justo asumir que la inteligencia y evolución humana de los últimos tiempos estaría a la altura del desafío de lograr el cero neto, de la misma forma en que ha logrado resolver problemas que se creían sin solución hace 10.000 años. En este caso, el interrogante es si el mundo está dispuesto a reunir la audacia y la determinación necesarias para amplificar sus esfuerzos durante la próxima década, lo que evidenciará cuál será la naturaleza de la transición.