Escrito por Daniel Meneses – Líder de comunicaciones Alsum
Basado en el foro “Huracanes: Cálculo PML y Medición de Cúmulos” donde participaron Ricardo Miqueo y Rosa Morán me permito resaltar lo siguiente. En América Latina y el Caribe, la gestión de riesgos hidrometeorológicos es un tema crucial. Los huracanes no solo traen consigo vientos devastadores, sino también lluvias torrenciales que pueden causar inundaciones significativas. Sin embargo, es importante destacar que, desde México hasta Chile e incluso en las Islas del Caribe, también existe un considerable riesgo sísmico, como se ha evidenciado en Puerto Rico, República Dominicana y Haití. Los terremotos tienen una particularidad: su intensidad y frecuencia son impredecibles, pudiendo ocurrir cada 10, 20 o 30 años, dependiendo de la ubicación.
Aunque es posible prever la ocurrencia de terremotos basándonos en estudios sísmicos, no podemos determinar con exactitud cuándo sucederán. Lo mismo ocurre con los tsunamis. Los casos de Chile, Japón y Tailandia son ejemplos claros de cómo estos eventos pueden impactar de manera inesperada, afectando infraestructuras y sectores clave como el turismo. A pesar de los avances en la identificación de zonas de alta sismicidad, no existe un pronóstico preciso que indique la frecuencia de estos eventos, a diferencia de los huracanes, para los cuales se disponen de predicciones detalladas basadas en datos históricos y modelos climáticos.
Ahora bien, si analizamos la historia de los últimos 150 años, podemos observar que el Atlántico, el Caribe y el Pacífico han sido escenarios de tormentas y huracanes de gran magnitud. Los registros muestran áreas de alto impacto, con una notable concentración de eventos en ciertas zonas. La formación de huracanes en el Caribe tiene una explicación interesante: muchos de ellos se originan en el Sahara, cuyos vientos transportan polvo hasta el Caribe. Estos fenómenos, conocidos como «vientos del Sahara», contribuyen a la formación de tormentas tropicales que pueden convertirse en huracanes, afectando regiones desde Venezuela hasta el Golfo de México.
La temporada de huracanes generalmente se extiende del 1 de junio al 30 de noviembre. Sin embargo, eventos como el huracán Sandy han demostrado que los huracanes pueden ocurrir fuera de este periodo. En los últimos años, el fenómeno de El Niño ha adelantado la formación de huracanes en el Pacífico, con casos registrados en abril y mayo. La interacción entre El Niño y La Niña afecta significativamente la actividad de huracanes, con variaciones notables en la intensidad y frecuencia de estos eventos entre el Caribe y el Pacífico.
Al comparar los pronósticos de huracanes con la realidad, a menudo encontramos que la realidad supera las previsiones. Por ejemplo, en 2020 se registraron 47 tormentas, de las cuales 18 fueron huracanes, y 10 de estos alcanzaron una intensidad mayor en la escala de medición. Este año, la transición de El Niño a La Niña se prevé que tenga un impacto severo en el Caribe, con un aumento en la actividad de huracanes en los meses de septiembre y octubre, los más propensos a estos eventos históricos.
La gestión de riesgos en América Latina y el Caribe debe abordar tanto los riesgos hidrometeorológicos como los sísmicos. Mientras que los huracanes pueden ser monitoreados y pronosticados con relativa precisión, los terremotos y tsunamis siguen siendo eventos impredecibles en cuanto a su frecuencia e impacto. La preparación y la resiliencia ante estos desastres naturales son esenciales para mitigar sus efectos y proteger a las comunidades vulnerables en la región.
Dos cosas importantes: todos los años va a haber huracanes. No es un tema de que por ahí el año que viene no hay. Bueno, por ahí son menores. No importa si son mayores o menores, va a haber huracanes, va a haber golpes, va a haber pérdidas. A diferencia de los períodos de recuperación de un terremoto, en el negocio de Marine, todos los años hay huracanes, todos los años hay pérdidas.
El tema es que van a haber huracanes, se deban considerar, medir el riesgo y prevenirlo, porque eso ya es un hecho que va a ocurrir y hay que establecer políticas de suscripción
En conclusión, los huracanes no son un riesgo impredecible como los terremotos o tsunamis. Se tiene conocimieno previo de que ocurren cada año, al igual que las zonas donde impactarán, especialmente en el Caribe y México. Por lo tanto, el enfoque del negocio de seguros debe cambiar. Ya no se trata solo de competir por ser más barato, sino de realizar un trabajo integral que incluya la preparación de planes de huracanes, el mapeo de marinas, y la mejora de la calidad de la documentación y prevención. Este esfuerzo conjunto, que requiere inversión en tiempo y recursos, es esencial para prevenir pérdidas previsibles y actuarialmente medibles, asegurando así la sostenibilidad de la capacidad en zonas catastróficas.